A veces pienso en mi rol
como formadora de profesores en al ámbito de incorporación de las
TIC en educación, principalmente lo he hecho en educación superior,
y en algunos casos para básica y media.
Cuando realizo formación
docente estoy pensando, qué quieren saber los docentes y para qué
les va a servir. Qué pide de mí la institución y cómo puedo
llegar a mediar esas dos demandas. No es una tarea fácil y creo que
en ocasiones me ha resultado complejo llegar al punto donde gana la
institución y gana el docente.
Lo que quiero exponer en
esta publicación, mucho más desde mi voz que retomando a autores es
la existencia de una relación entre la postura de evaluación de los
docentes de una institución y sus políticas, programas o
lineamientos de formación docente, y como es clave para lograr
impacto institucional.
Perspectiva de evaluación
docente
Los docentes son parte
importante de una comunidad educativa, no digamos parte central,
porque el docente como centro de la enseñanza no es más que una
vieja teoría, pero sí son actores relevantes de un proceso de
enseñanza y de aprendizaje, además de ellos están los estudiantes,
a quienes se ha buscado volcar como el centro del proceso, y el resto
de comunidad directivos, administrativos, familia, etc. Todos estos
miembros de la comunidad educativa construyen en relación la cultura
institucional, y a través de sus acciones se encargan de darle
continuidad, mantenerla o modificarla. La cultura no es pues, aunque
a veces parezca, algo impuesto por una institución, sino que es algo
que se va construyendo.
Ahora bien, algunos
elementos de esa cultura institucional son movilizados desde las
políticas establecidas, es decir, a la luz de ellas se pueden
generar ciertos tipos de relación, ciertas costumbres, ciertas
actividades, sin embargo, no son determinantes únicos para generar
las actuaciones de la comunidad educativa, es decir, las políticas
no se traducen automáticamente en acciones sino que puede generar
ciertos tipos de mediación y establecer ciertos contextos.
Así, las políticas de
evaluación docente en una institución de educación superior
enmarcan algunos escenarios de actuación de los docentes, también
de los directivos e incluso de los estudiantes. Vale aclarar que
existe instituciones con poca o ninguna claridad acerca de su
política de evaluación y esto que no está dicho es también
diciente en cuanto al sentido que se le otorga a este proceso.
En ese sentido, veo que
la evaluación puede tener estas tres finalidades, es decir, estos
sería el espíritu de la evaluación planteada, y de acuerdo se
establecerían unas u otras formas de relación al respecto. Es
posible que haya una institución en donde se integren los puntos dos
y tres.
Cumplir un requisito
La evaluación por
cumplir un requisito sería la evaluación en la que realmente no hay
interés por evaluar, en el sentido de recoger información que
permita la posterior toma de decisiones o la valoración de estado
actual de un proceso; realmente, desde esta postura lo que se
buscaría al establecer la evaluación de los docentes es cumplir
exigencias a nivel interno o externo (en ámbitos locales,
nacionales, internacionales). La recogida de información en este
caso, no servirá más que para eso, para cumplir un requisito de
procedimiento y en esa caso posiblemente no haya una
retroalimentación al docente, y en caso de haberla no se busca nada
más que informar.
Para la mejora
La evaluación para la
mejora implica usualmente procesos de evaluación que se sostienen en
el tiempo y que buscan que haya una retroalimentación que le permita
identificar elementos fuertes y a fortalecer para hacer mejor su
práctica en el marco de las necesidades institucionales. Esta no es
una evaluación para que la institución decida sí o no darle
continuidad laboral al docente, sino más bien para encontrar con el
docente los elementos que requieren ser dinamizados. Este tipo de
evaluación redunda en el mejoramiento institucional porque a través
de la modificación de las prácticas y de descubrir los elementos
que las mantienen se pueden descubrir situaciones que requieran
cambio o al contrario refuerzo. Es una evaluación que además de
cumplir el requisito se ve como un beneficio institucional.
Para
premiar/castigar
Este tipo de evaluación
esta pensada para la toma de decisiones frente a los docentes, estas
decisiones pueden estar relacionadas con salarios, bonificaciones,
asensos, despidos, entre otras. Esta podría ser una evaluación
continuada que concluya en la toma de ciertas decisiones pero es
usual que desde esta lógica la evaluación se haga en un momento
determinado y a veces contempla ciertos períodos. El semestre, el
año en curso, entre otras. Lo usual es que este tipo de evaluación
se asuma como un producto y un resultado más que como un momento, y
esta buscando establecer si se es “bueno” o “malo” para
obtener, de acuerdo a ello, el premio o el castigo. Es posible que
una institución que asume esta forma de evaluación docente
considere que esos premios/castigos repercuten en la mejora de la
institución en general.
En cualquier caso, y sin
determinar cuál es la concepción de ideal en evaluación, aunque
creyendo que quizá un combinado entre el segundo y el tercero podría
ser interesante, sea cual sea la lógica de la evaluación, existen
algunos elementos que se pueden tomar como sugerencias para realizar
buenas prácticas en evaluación y en este caso, en evaluación
docente:
Se debe clarificar
para qué se evalúa y esto debe hacerse explícito a quien será
evaluado.
Establecer qué
actuaciones, situaciones, productos serán evaluados
Definir quienes
serán los evaluadores y cuáles serán las actividades de estos
Determinar criterios
e indicadores de evaluación y dárselos a conocer a los evaluados
Utilizar estrategias
y técnicas coherentes con los anteriores elemento
Formación docente
Sin que tenga que
encontrarse explícitamente presentado en la documentación de la
institución o al interior de sus políticas, es posible pensar que
la formación docente tiene una relación con la evaluación docente;
la formación podría entrar a subsanar aquellos puntos débiles que
se hayan encontrado, al menos desde una perspectiva de mejora; o,
desde una perspectiva de premio/castigo la formación, curiosamente,
podría ser, cualquiera de esos dos. Es decir, ciertas estrategias de
formación podrían ser tomadas por la institución y por los
docentes como premios, y algunas también podrían tomarse como
castigo, de acuerdo a las temáticas de interés, la forma en que se
gestione y lo que esta formación les implique.
Existen diferentes
posturas frente a la formación docente, pero para esta publicación
tomaré dos tendencias, una será la formación instrumental y la
otra, la formación interpretativa y crítica. Cada una de estas
posturas de formación supone posturas diferentes acerca de lo que es
la educación y en ese marco entiende el rol del docente de una
manera particular, y en función de ella hace la formación.
Perspectiva
instrumental
Básicamente es una
postura que se centra en la idea de que los profesores necesitan
formación en técnicas para poder llevar a cabo sus actividades de
aula; concibe al docente como un habitante de las aulas y no de las
instituciones educativas, espera que el docente cumpla sus funciones
de formador según se le instruye y que los estudiantes terminen
obteniendo buenos resultados académicos a partir de esto. El
profesor no es un agente de la institución y en ese sentido se debe
encausar a su espacio -el aula- y realizar allí “buenas”
acciones que favorezcan el aprendizaje de los estudiantes para logren
los resultados.
A la luz de esta
perspectiva, la formación les entrega las estrategias y
técnicas a los profesores para que las repliquen, en muchas
ocasiones tales prácticas sugeridas son producto de procesos
investigación de otros contextos, o son la repetición de prácticas
exitosas desde la lógica de que pueden ser universalizables y que
desde dónde se apliquen generarán buenos resultados. Es usual que
la formación no pretenda cambiar esa posición de desconocimiento
del docente, ni darle capacidad de agencia, sino más bien, perpetúa
su lugar.
Perspectiva
interpretativa, crítica
En términos muy
generales, esta perspectiva le da al docente un rol activo no solo en
el proceso de enseñanza en el que está inscrito en el aula, sino en
la construcción de la institución y en el desarrollo de la misma.
El docente no es visto como un habitante del aula sino como un gestor
y generador de la escuela, su capacidad de agente implica que se le
va a coresponsabilizar no solo a las tareas del aula, que además se
supone deben estar en constante mejora gracias a su capacidad
permanente, sino que también se le incluye como gestor de otros
escenarios y otro tipo de prácticas que le dan un poder de cierto
modo político con el que puede transformar.
Desde esta perspectiva,
casi en contraposición de la anterior, los docentes tienen voz y la
formación busca construir a partir de ella, logrando que salgan del
espacio del aula para apoyar la transformación y construcción de
toda la institución. Se espera, construir o encontrar herramientas y
estrategias que sean pertinentes al contexto y al momento, que no
sólo se encaminarán al éxito académico de los estudiantes, como
medida del éxito, sino que incluirán otros elementos de la
comunidad educativa.
Relación entre la
formación y la evaluación docente
Estos dos elementos,
formación y evaluación docente, y sus perspectivas ponen de
manifiesto como existe en todos los procesos de una institución de
educación una filosofía o una serie de subyacentes que generan unas
ciertas políticas y a partir de ellas, unas ciertas prácticas. Como
lo mencioné antes, no son determinantes unas de las otras pero las
prácticas promovidas y lideradas desde la institución evidencian
sus subyacentes y en cierta forma, buscan mantenerlos.
Así, lo que pueden
llegar a considerarse buenas prácticas de los procesos de evaluación
y de formación responden a lo que en realidad se espera de esos
procesos, a la forma en que se conciban y para lo que se quieran
hacer.
Es en cierta forma es una
relación entre lo visible y lo invisible, las prácticas como el
lado visible y lo que subyace a las intenciones institucionales como
el invisible, esta relación se podría dar como un continuo con
coherencia, en la que las políticas concuerden con las prácticas y
se transformen recursivamente o como una relación discontinua, con
saltos. Este marco de análisis permitiría dar vía al mejoramiento
de una institución educativa ya que, desde estos dos elementos, es
puede interpretar, construir y reconstruir el acento del rol docente
y con ello de su evaluación y formación.